lunes, 30 de diciembre de 2013



Suspiré, suspiré como si fuera el ultimo soplo, como si no hubiera un mañana. Suspiré por él, por esa extraña sensación al extrañarlo, por esas ganas de querer besarlo, abrazarlo. Suspire al leerle nuevamente, al recordar la ultima vez que lo tuve en frente, la ultima vez que escuche su voz, que escuche un te quiero salir de sus labios. Suspiré al sentir sus caricias nuevamente, al recordar la manera en la que me enamoró, al imaginarlo a mi lado en esta noche fría, una noche que se presta para el amor. Suspiré al recordar el primer día, el día en el que lo conocí. Suspire al evocar sus primeras palabras, sus primeras miradas. 

Fue ahí cuando descubrí cuanto lo quería, cuando sonreí al pensar como sería estar con él toda una vida. 

Y me enamoré, me enamoré de la forma en la que sus manos encajan perfectamente en el contorno de mis manos, me enamoré de la manera en la que sus brazos rodean mi cintura, me enamoré del modo en el que sus labios se hacen uno con mis labios, me enamoré de como su mirada se pierde entre la mía. Me enamoré de sus detalles, de sus enojos, de ese romanticismo en cada palabra, me enamoré de su alegría, de su paciencia, de su pasión e incluso de su indiferencia. Me enamoré de como con solo llegar hace que olvide todo, me enamoré de sus consejos, de sus chiqueos, de ese chocolate que me da cada vez que tiene la oportunidad. Me enamoré de sus silencios, de sus exageraciones, de su voz cuando la situación se torna seria. Me enamoré de él sin darme cuenta, sin esperarlo, sin planearlo, simplemente me enamoré. Me enamoré de cada segundo que pasaba a su lado, de esa manera en la que trata de enamorarme, de sus paseos por la ciudad sin llegar a ningún lado, de ese querer estar junto a mi. Me enamoré de él y simplemente de él.


Sonreí, sonreí porque ha estado un día mas a mi lado, sonreí simplemente porque él me hace feliz.

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