Eran las 4:28am, las miradas de todas las personas presentes estaban perdidas, el silencio reinaba la habitación, la tristeza suspendida con cada suspiro se hacía cada vez mas notoria y las lágrimas comenzaban a brotar impidiendo cualquier oportunidad de disimular. Él no podía dejar de pensar en su última discusión, una de esas que pierden el origen después de haberse dicho las primeras diez palabras, y fue ahí cuando entendió que no quería perderle. Ella era el amor de su vida, su amor complicado, su amor soñador, su amor extravagante; pero al fin de todo, su amor. Porque era ella la que le sacaba sonrisas por cualquier motivo, la que entendía ese toque exagerado de cordura, la que comprendía cada una de sus palabras sin tener que recurrir al diccionario, y sin tener que preguntar sabía exactamente lo que pasaba. Era ella con la que deseaba pasar el resto de su vida. Porque con sus locuras ella le daba sentido a sus días, con sus palabras tranquilizaba su rabia, con sus besos endulzaba sus mañanas y con sus caricias suavizaba su alma. Y a pesar de sus enojos sin sentidos ella siempre estaba ahí, esperando el momento para seguir y sonreír, para tomar de su mano y dejar todo en el pasado, para revolver su cabello cuando todo estuviera bien, siempre con ese brillo en su mirada que representaba cuanto lo amaba.
5 minutos fueron necesarios para descubrir que la amaba y que era ella con la que quería terminar sus días.
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